El silencio sacramental de aquel momento inspiraba un tremendo sentido de inexistencia, mientras la rabia recalcitrante tomaba posesión de cada espacio vacío en su conciencia. Algo había en su mirada, y no lograba entender qué era, pero tranquilizaba la bestia que mordía y devoraba sus pensamientos.
Su mirada era cálida y tenue, no proyectaba mucha luz y quizá tampoco le era necesario, pues las sombras entre sí se acompañan y confunden. El momento tomó vida y se apoderó de ambos cuerpos, trasladándolos al monte más alto, simulando un galardón, mientras los gritos emancipados de sus almas adquirieron poder y resonancia, haciendo temblar los cimientos del monte y las carnes de los cuerpos que ahora solo existían.
Aullidos estrepitosos aparecieron en el valle, mientras hadas y ninfas descarriadas acudieron a su llamado, siendo las únicas testigos del poder irreverente despedido por dos almas embriagadas de misterios, temores y desesperanzas. Todo el planeta guardó silencio, mientras uno a uno se fueron congregando los lobos que aullando a la luna, propiciaban la eternidad del momento.
Fue mucho tiempo; como tres segundos para ser exactos, tres segundos donde las miradas se cruzaron y el tiempo cayó rendido ante la magnificencia de aquel recuadro con movimiento. Recuerdo sus ojos, grandes y tímidos que no resistieron la mirada autoritaria y avasallante de su congénere que aún ebrio declaraba su poder sobre sus labios suaves y delgados de los que brotaba un licor discreto que amalgamaba sudor y pasión.
Aquella noche fueron tres segundos donde lobas y lobos danzaban y aullaban a la luna, en agradecimiento por el espectáculo que acontecía en el monte petrificado de los amantes. Algo había de anómalo; tres segundos no duran una noche, aunque eso no estaba permitido cuestionar, pues la sola duda devolvería el tiempo a su estado natural.
Durante tres segundos, que fueron una noche, lobas y lobos imitaron a los amantes del monte petrificado y cuentan que algunas noches lobas y lobos regresan en los sueños para celebrar aquel día, cuando el tiempo cedió ante el deseo y la pasión de dos desconocidos.
18 de Mayo, 2006.